Son poderosas
por naturaleza; seres valientes, inteligentes y aguerridos que nacen de pie con
las alas extendidas mirando al cielo. Sus batallas, proporcionales a su edad,
son siempre colosales; a pesar de ello, saben librarlas con tesón y superlativa
nobleza.
Nos superan en
todo. Su independencia cuando niñas es conmovedora; crecen casi por sí solas,
sin mayores cuidados ni complicaciones. Su biología es de acero, fuerte como un
roble, tanto que las enfermedades las rozan, las tocan y las dejan.
Emocionalmente, crecen primero, maduran primero; se hacen mujeres mucho antes
que nosotros empezamos a sentirnos hombres y en el colmo de su grandeza,
simulan como una dama cariñosa que somos iguales para no dañar nuestro
creciente ego.
Sus deméritos,
si acaso fueran ciertos, son una invención nuestra. Nos hemos repetido tantas
veces que una mujer es débil que terminamos acostumbrados y convencidos de ello;
lamentablemente y con cierta malicia, fuimos dejando de lado la diferencia
sustancial que existe entre fragilidad y fuerza. Esta última es una virtud útil
entre los animales inferiores; el más fuerte físicamente hablando será quién
dominará al grupo. Entre los seres pensantes, la fuerza física es innecesaria;
una mujer no requiere la capacidad física de un hombre, su mente y sus ideas siempre
fueron y serán capaces de construir el futuro. Su fragilidad, por el contrario,
tan denostada y mal entendida es una virtud sublime, es el complemento perfecto
para un espíritu blindado, lo opuesto totalmente a nosotros que muchas veces ocultamos
nuestras debilidades bajo el telón de los puños.
Un hombre sólo
se extravía en el mundo y en el tiempo, una mujer sola crece, aprende, se
fortalece, explora y construye. Se desprende con facilidad de lo propio para
ponerlo al servicio de los otros. Su coraje es inconmensurable. Han sabido
vencer en mundo con reglas escritas en su contra. Han enfrentado la tiranía del
ego y han sabido salir adelante. Han permitido la evolución de la ciencia, el conocimiento
y la vida, aunque sus nombres no hayan generado tantos titulares. Son el pilar
alrededor del cual gira nuestro mundo. Son el primer sonido que escuchamos y la
primera mirada protectora. Lo paradójico es que muchos hombres se atreven, irracionalmente
motivados, a llamarlas “inferiores”.
Estas líneas son
para ustedes, para conmemorar que un 8 de marzo, un grupo de “frágiles”, “débiles”
“inferiores” mujeres fueron capaces de cambiar “nada más que” el destino
laboral de mundo. Estas líneas son para ustedes, para la mujer que sola y sin ayuda
de un hombre, convirtió la graduación de sus hijos en su realización personal
máxima; estas líneas son para ustedes, para la mujer que en este momento, rinde
un examen; para aquella que venciendo su timidez enfrenta retos; para las exitosas
que en su andar van abriendo el camino; para las hijas que noche a noche velan el
sueño de un padre enfermo; para la hermana que reparte sus sueños entre sus
hermanos.
Para finalizar, mis
disculpas por lo que pasa, porque nada justifica la violencia porque nada
justifica tanta muerte. Espero profundamente haber podido recoger desde mi
limitada mirada de hombre, desde lo simple de mi espíritu o desde lo elemental
de mi pensamiento, la grandeza de existencia.
Robinson
Cruz
Director
IIDENUT
Nutricionista
Clínico
Especialista
en Bioquímica Nutricional
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