Hace
algunos años, cuando la carrera de Nutrición recién empezaba a enseñarse en las
universidades y la mayoría de profesores, por obvias razones, no eran
Nutricionistas/Nutriólogos, si algún estudiante reclamaba por la incorporación
a la currícula universitaria de un curso de Farmacología, la respuesta casi
unánime de los docentes de aquella época era: “Los Nutricionistas/Nutriólogos
no necesitan saber de fármacos…un curso de farmacología es innecesario”. Hoy
varias décadas después, con la enseñanza de la Nutrición en manos de
Nutricionistas, con cientos de promociones egresadas y con cursos de
farmacología dictados en prácticamente todas las facultades y escuelas de
Nutrición del Continente, probablemente este avance siga siendo insuficiente
porque saber de farmacología no es lo mismo que saber de Interacción Fármaco
Nutriente.
La
Interacción Fármaco Nutriente es una materia amplia y compleja; quién desea
introducirse en ella, no solo debe tener un conocimiento sustentado sobre farmacología
sino que, además, debe tener bases sólidas de Bioquímica Nutricional.
Conociendo los dos lados de la ecuación es posible entender a cabalidad el
origen y las consecuencias de cada una de las interacciones que se pueden
producir entre fármacos y nutrientes. La farmacología describe las
características del fármaco, la Interacción fármaco Nutriente la manera en que
el Nutriente/alimento/Estado Nutricional interactúa con el fármaco y visceversa
No
obstante lo dicho, la prevención y el manejo de interacciones Fármaco Nutriente
sigue siendo una tarea pendiente en el ejercicio Clínico del
Nutricionista/Nutriólogo; a continuación citamos algunas razones por las cuales
este tema debe estar presente en todo momento:
1.
Los alimentos pueden determinar
cuánto medicamento llega a la sangre y, por tanto, afectar su respuesta clínica. Existen medicamentos cuya tasa de
absorción se altera significativamente en presencia de alimentos; por ejemplo, los
alimentos reducen hasta en 50% la absorción de captoril; las fuentes de hierro
o calcio reducen por completo la absorción de tetracilina o ciprofloxacino; los alimentos mejoran la absorción de
estatinas, furosemida o espironolactona; mientras que los prácticamente no
afectan la absorción amoxicilina o loratadina.
2.
El estado de Nutrición de la persona
puede afectar la llegada de un medicamento al lugar donde debe cumplir su
acción. Las
personas que padecen de obesidad tienen un contenido mayor de grasa corporal:
en ellos existe un alto riesgo de acumulación anormal de fármaco en su tejido
adiposo (debido a que la mayor parte de los medicamentos son liposolubles)
reduciendo de esta manera su respuesta clínica. Por otro lado, las personas con
desnutrición pueden presentar niveles disminuidos de albúmina plasmática (principal
transportador de fármacos en sangre) con lo cual la tasa de fármaco libre en
sangre (sobre todo aquellos de alta afinidad con la albúmina) sería tan alta
que podría incrementar peligrosamente el efecto clínico del medicamento.
Imagine que un paciente con hipoalbuminemia recibe una dosis estándar de un
depresor del Sistema Nervioso Central (SNC) de alta afinidad con la albúmina; el
resultado sería una mayor cantidad de fármaco libre con lo cual la depresión
del SNC podría llegar a la parálisis del SNC.
3.
Los alimentos poseen sustancias que
pueden afectar la depuración natural de fármacos. Entre 1995 y el año 2005, una
serie de investigaciones que se iniciaron en Inglaterra y luego se extendieron
por el mundo, demostraron que ciertos flavonoides alimentarios y la vitamina C
en altas concentraciones pueden destruir casi por completo una de las principales
enzimas depuradoras de fármacos del intestino delgado, el citocromo 3A4
(CYP3A4). La narangina presente en la cáscara de la uva o la vitamina C presente
en la toronja y otros alimentos pueden destruir casi por completo el contenido
de CYP3A4 intestinal, con lo cual, aquellos medicamentos que normalmente son
destruidos por esta enzima, pasan libremente a la sangre y pueden generar un
efecto superior al planificado (Es un hecho normal que solo una parte de la
dosis oral de un medicamento llegue finalmente a la sangre; antes hay una
destrucción bien identificada en el intestino delgado y en el hígado). A partir
de esta información se ha podido identificar que una persona que consume uva o
concentraciones altas de vitamina C y a la vez consume felodipino (hipotensor),
carbamazepina (anticonvulsivante), atorvastatina (hipocolesterolemiante) y una
decena de otros medicamentos podría obtener efectos clínicos peligrosamente
aumentados de estos medicamentos.
4.
Las características de la dieta
pueden hacer que un fármaco se elimine más rápido o más lento del cuerpo. Los medicamentos son ácidos o
bases débiles que en función del medio que encuentren a nivel de la nefrona
(principal vía de excreción de fármacos) serán reabsorbidos en mayor o menor
proporción a la sangre. La leche (no el queso ni el yogur), las frutas y las
verduras producen un residuo alcalino a nivel renal, mismo que podría hacer que
los medicamentos ácidos se eliminen con suma facilidad del cuerpo; mientras que
las carnes, el queso, el yogurt, o los embutidos producen un residuo ácido que
hace que los medicamentos alcalinos se eliminen con mucha más facilidad del
cuerpo.
5.
Existen sustancias presentes en los
alimentos que pueden potenciar la acción de un fármaco u oponerse por completo
a ella. La tiramina
presente en los alimentos fermentados, en quesos frescos y en algunos pescados
puede generar una crisis hipertensiva y antagonizar con un tratamiento
medicamentoso antihipertensivo. Por otro lado, los sulfidos presente en el ajo
poseen potentes efectos fibrinolíticos que son útiles para prevenir la
coagulación de la sangre; se ha demostrado que consumir un diente de ajo al día
podría incrementar el riesgo de hemorragia si la misma persona se encuentra
recibiendo a la vez un tratamiento anticoagulante.
6.
Los medicamentos pueden afectar el
Estado Nutricional de las personas de decenas de formas diferentes. Los medicamentos presentan efectos
secundarios indeseables de diversa índole, mismos, que pueden afectar
considerablemente el Estado Nutricional. Los antibióticos, por ejemplo, suelen
generar disgeusia (alteración del gusto); los antidepresivos generan xerostomía
(boca seca); algunos anticonvulsivamente reducen el apetito; los ansiolíticos
incrementan el apetito; los bloqueadores de los canales de calcio reducen el
tono del esfínter esofágico inferior por lo cual incrementan el riesgo de que
la persona padezca enfermedad por reflujo gastroesofágico; algunos antibióticos
pueden producir diarrea; los diuréticos pueden generar constipación; sin
mencionar que otros medicamentos pueden afectar directamente la tasa de
absorción de micronturientes como el Hierro, Calcio, Magnesio, Zinc, B12 entre
otros.
Como
se ha descrito, las interacciones entre fármacos y nutrientes son tan numerosas
como la cantidad de fármacos comercialmente disponibles; en algunos casos
pueden generar serias alteraciones en el Estado Nutricional y en otras retrasar
significativamente la acción de un fármaco. Es necesario, por tanto, que el
Nutricionista/Nutriólogo conozca del tema y verifique su presencia, o no, en
cada paciente que tiene que evaluar. Esto no significa de modo alguno que sus
decisiones estén encaminadas a cambiar el medicamento prescrito (no es su
competencia), por el contrario, se busca potenciar la acción del medicamento,
reduciendo al máximo la afectación del Estado Nutricional.
Robinson Cruz
Director IIDENUT
Nutricionista Clínico
Especialista en Bioquímica Nutricional
Robinson Cruz
Director IIDENUT
Nutricionista Clínico
Especialista en Bioquímica Nutricional
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Muy buenos aportes nutriologo Robinson
ResponderEliminarGracias por la creación de este espacio y por compartir la información maestro Robinson Cruz saludos desde Ecuador
ResponderEliminarGRACIAS!!
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